HORA SANTA CORPUS CRISTI

 

INTRODUCCIÓN:  

Cuando se nos ha hecho un regalo que nos desborda, y cuando este regalo es tan importante, que se convierte en el origen y en la meta de nuestra felicidad; en el fundamento de nuestra existencia, surge la urgencia de contar lo felices que somos. 

Vivir así la Eucaristía es participar del corazón agradecido de Jesús, y en comulgar con esas actitudes y opciones que le llevaron a la entrega más radical en favor de la Vida y del Amor con mayúsculas. Sin embargo, no siempre es fácil hacernos partícipes de la alegría de Jesús, de la alegría del Evangelio. A veces nos puede la prisa, la rutina, u otras cosas que hacen que celebremos la Eucaristía con un corazón disperso, casi sin enterarnos por dentro de lo que decimos, o expresamos a través de nuestras palabras y gestos. Merece la pena bucear un poco hasta el fondo del corazón, para darnos cuenta de cómo llegamos a la celebración compartida. Merece la pena dejar que, entre un poco de aire fresco en nuestro mundo interior, y dejarnos encontrar por quien sabemos nos ama bien.

 

Oración: LA FIESTA DE LA EUCARISTÍA (CORPUS)

 

Humildemente, confiadamente, como recomendados de tu hijo Jesús, nos dirigimos a ti, Dios y Padre nuestro. Queremos ser conscientes de la trascendencia de nuestras palabras, porque, aun reconociendo nuestra infinita pequeñez, creemos que realmente nos escuchas.

 

Lo primero que queremos decirte, Señor, es que te agradecemos la vida que nos has dado y disfrutamos. Sabemos que nos amas más de lo que nuestra mente es capaz de percibir. Gracias, Padre. Y aunque no necesites nuestras alabanzas, queremos demostrarte nuestro cariño y agradecimiento con este canto que entonamos juntos todos tus hijos.

Amar es entregarse, olvidándose de sí, buscando lo que a otro pueda hacerle feliz. ¡Qué lindo es vivir para amar! ¡Qué grande es tener para dar! Dar alegría y felicidad, darse uno mismo: eso es amar.

 

Verdaderamente es justo y obligado darte las gracias porque nos has dado como hermano y guía a Jesús de Nazaret. Querríamos, Señor y Padre nuestro, recibir ahora una bendición especial tuya, para que esta oración, nos ayude a comprender mejor el ejemplo de Jesús y nos lleve a moldear nuestra mente y a cambiar nuestra actitud.

 

Cuando Jesús trató de enseñar a los discípulos cómo debían entregarse al servicio de los demás les dejó una imagen gráfica fácil de recordar, la de un pan partido y repartido en trozos a cada amigo o la de una copa de vino de la que todos bebieron.

 

Si amas como a ti mismo, y te entregas a los demás: verás que no hay egoísmos que no puedas superar. ¡Qué lindo es vivir para amar! ¡Qué grande es tener para dar!

Dar alegría y felicidad, darse uno mismo: eso es amar

 

Jesús quiere que recordemos su vida, su muerte y resurrección, poniendo al servicio de los demás todo lo que somos, nuestra vida. Queremos extender tu Reino, para que sean verdaderamente felices todos los seres humanos sin excepción. Te prometemos que este va a ser nuestro principal objetivo en la vida.

 

Dios Padre que estás en el cielo y en todos nosotros, te damos gracias una vez más por cuanto haces de continuo por la comunidad de los creyentes y por todos los hombres de buena voluntad. Bendito seas, Padre santo, queremos honrarte como mejor sabemos, y agradecerte que Jesús haya formado parte de nuestra historia.

 

¡Qué lindo es vivir para amar! ¡Qué grande es tener para dar!

Dar alegria y felicidad, darse uno mismo: eso es amar

 

 

Evangelio de San Marcos 14, 12-16. 22-26

El primer día de la fiesta de los Panes sin levadura, cuando se sacrificaba el cordero de la Pascua, los discípulos le preguntaron a Jesús: «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?» Jesús envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: «Id a la ciudad y encontraréis a un hombre que lleva un cántaro de agua. Seguidlo y, allí donde entre, decid al dueño de la casa: “El Maestro dice: ¿Cuál es la estancia donde voy a comer la Pascua con mis discípulos?” Él os mostrará en el piso de arriba una sala amplia, ya dispuesta y arreglada. Preparadlo todo allí para nosotros. Los discípulos salieron y fueron a la ciudad, donde encontraron todo como Jesús les había dicho y prepararon la cena Pascua. Durante la cena, Jesús tomó pan, bendijo a Dios, lo partió y se lo dio  diciendo: «Tomad, esto es mi Cuerpo.» Tomó luego en sus manos una copa, dio gracias a Dios y la pasó a sus discípulos. Y bebieron todos de ella. Él les dijo: «Esto es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que va ser derramada a favor de todos. Os aseguro que no volveré beber de este fruto de la vid hasta el día aquel en que beba un vino nuevo en el Reino de Dios.»

PALABRA DEL SEÑOR

UNA DESPEDIDA INOLVIDABLE (José Antonio Pagola)  

Celebrar la eucaristía es revivir la última cena que Jesús celebró con sus discípulos y discípulas la víspera de su ejecución. Ninguna explicación teológica, ninguna ordenación litúrgica, ninguna devoción interesada nos ha de alejar de la intención original de Jesús. ¿Cómo diseño él aquella cena? ¿Qué es lo que quería dejar grabado para siempre en sus discípulos? ¿Por qué y para qué debían seguir reviviendo una vez y otra vez aquella despedida inolvidable?


Antes que nada, Jesús quería contagiarles su esperanza indestructible en el reino de Dios. Su muerte era inminente; aquella cena era la última. Pero un día se sentaría a la mesa con una copa en sus manos para beber juntos un «vino nuevo». Nada ni nadie podrá impedir ese banquete final del Padre con sus hijos e hijas. Celebrar la eucaristía es reavivar la esperanza: disfrutar desde ahora con esa fiesta que nos espera con Jesús junto al Padre.


Jesús quería, además, prepararlos para aquel duro golpe de su ejecución. No han de hundirse en la tristeza. La muerte no romperá la amistad que los une. La comunión no quedará rota. Celebrando aquella cena podrán alimentarse de su recuerdo, su presencia y su espíritu. Celebrar la eucaristía es alimentar nuestra adhesión a Jesús, vivir en contacto con él, seguir unidos.


Jesús quiso que los suyos nunca olvidaran lo que había sido su vida: una entrega total al proyecto de Dios. Se lo dijo mientras les distribuía un trozo de pan a cada uno: «Esto es mi cuerpo; recordadme así: entregándome por vosotros hasta el final para haceros llegar la bendición de Dios». Celebrar la eucaristía es comulgar con Jesús para vivir cada día de manera más entregada, trabajando por un mundo más humano.


Jesús quería que los suyos se sintieran una comunidad. A los discípulos les tuvo que sorprender lo que Jesús hizo al final de la cena. En vez de beber cada uno de su copa, como era costumbre, Jesús les invitó a todos a beber de una sola: ¡la suya! Todos compartirían la «copa de salvación» bendecida por él. En ella veía Jesús algo nuevo: «Ésta es la nueva alianza en mi sangre». Celebrar la eucaristía es alimentar el vínculo que nos une entre nosotros y con Jesús.

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San Agustín: 

Cristo se da a sí mismo…; se da a sí mismo en el pan. No hay motivo para decir: ‘Si le comemos ahora, ¿qué tendremos al final?' Nosotros lo comemos, pero él no se acaba; alimenta a los hambrientos, pero él no disminuye. Alimenta ahora a quienes trabajan y les queda íntegro el salario. ¿Qué vamos a recibir mejor que él mismo? Si tuviese algo mejor que él mismo, lo daría, pero nada hay mejor que Dios, y Cristo es Dios” 

  (San Agustín, Sermón 229 E, 4.)

 

  SILENCIO… MEDITACIÓN… CONTEMPLACIÓN… COMPARTIR….

 

ORACIÓN FINAL: 

Dios, Padre lleno de ternura, haz que tu Espíritu Santo nos enseñe a ser fieles a tu proyecto de amor. Líbranos de la indiferencia egoísta; anímanos y ayúdanos a superar el pesimismo; enséñanos a estar con los otros según el estilo de Jesús. Ayúdanos a aprender de ti los caminos para alcanzar la comunión y la unidad.   Amén.